sábado, septiembre 30, 2006

Ayer hubo cena de despedida de los becarios. Aunque, como todos sabéis, Salamanca es una ciudad a la que no tengo un afecto excesivo, me dio mucha pena despedirme de ellos, porque son gente muy maja. Claro que mucha más pena me he dado yo hoy por la mañana. Cuando me he despertado seguía pedo y tenía que ir a hacer dos reportajes. Lo primero que he oído ha sido un zumbido ruidoso cuya procedencia no he identificado hasta que me he acercado al cuarto de la tele y he visto que estaba encendida en el típico canal número 37 del dial, donde sólo se ven puntitos blancos y negros que emiten un ruido bastante espantoso. Primera incógnita del día, seguida de muchas otras: dónde están las llaves, dónde me desnudé, dónde está el sujetador, en qué me gasté 25 euros. En fin...

Todos estos antecedentes para contaros que he tenido que ir a cubrir una exposición de fotografía de un tío que se ha dedicado a retratar durante años la noche salmantina. Las imágenes eran sobre todo del Paniagua y en muchas de ellas salía Chuchi, el yonqui que pedía cigarros a todo quisqui. Pero lo más importante de todo es que había un retrato de Charly (o Dios, como lo llamábamos la Prescot y servidora), ese camarero-picha discos que ponía unos hits mundiales al mismo tiempo que demostraba su pericia sirviendo minis (litros, según el dialecto charro) de calimocho. Le he preguntado al fotógrafo que si sabía qué había sido de él (porque ya hace tiempo que no está allí) y me ha dicho que se ha ido a vivir a Barcelona y que el Pani no había vuelto a ser lo mismo desde que se marchó.

De pronto me he acordado de todos los grandísimos momentos que hemos vivido en ese bar y la sesión de fotos que nos hizo Paula (si no recuerdo mal) a Ana y a mí para que Charly saliera, la gitana sin dientes el día del yogur, los baños sin cisterna, los pelos bajo los vasos, el suelo encharcado, "Born of frustration" y tantas otros momentos inolvidables.

Ay... Volveremos, ¿no?
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